Ensayo
final: Sobre las categorías estéticas: el imperio de la cursilería
(fragmentos
de subíndices del 3er capítulo de la tesis de maestría)
Academia
de San Carlos, UNAM
Programa de Maestría en Artes y Diseño, 2012-2
Lic. Guillermo De Gante
Investigación y Producción II
Una
forma de entender la importancia de las categorías estéticas es como una
manifestación de la raíz existencial de cualquier individuo -pista que nos lega
Milan Kundera-, porque todo el mundo se encuentra en su vida con lo bello, lo
sublime, lo absurdo, lo feo, lo trágico, lo lírico, la agelastia, la catarsis, lo
ridículo, la necedad, lo aburrido, o lo cómico, sin importar si se es educado o
inculto, pobre o rico. Lo sentimental extremo, la cursilería, entendida como una categoría estética, es un manto
que genera una pre-interpretación de la realidad, es un filtro que tiñe de su
color -normalmente en tonalidades pasteles- los aspectos que evidencia y
oculta. Así, encuentro algunos conceptos estéticos relacionados: cursi, naco,
kitsch, vulgar, sentimentalismo, simplonería; conceptos que conducen e ilustran
a esos aspectos de la existencia inaccesibles por otros medios.
La
cultura mexicana de la segunda mitad del siglo XX, y en gran medida hasta hoy, está
determinada por tres corrientes mediáticas: Disney-Hollywood, Televisa, y la pseudo-filosofía
de la superación personal y el éxito. Estas ideologías han terminado por
imponer una forma correcta de ser, un imperio
del sentido.
El
binomio Disney-Hollywood con su actitud moralista -el bien triunfa sobre el
mal, el amor sobre el odio-, sus pensamientos buena onda -convivencia de razas
o de sexos sin dialéctica de dominación evidente pero sí presente-, y la
promesa de que toda niña es una princesa que terminará siendo rescatada por el
príncipe del corcel blanco -o por el galán burgués del automóvil, en su
defecto-, nos imponen el primer telón de la pre-interpretación -como bien
reconocen Mattelart y Dorfman-.
Televisa al estar tantos años plegada a la autoridad de Los Pinos se
encargó de transmitir un discurso de obediencia al poder. Sus telenovelas
impusieron una lectura ingenua del mundo: para cualquier drama existe el final
feliz, es cuestión de confiar en la Virgen de Guadalupe para que los problemas
se solucionen. El cine de la época de oro
dejó sentada la actitud para el resto de las producciones culturales, como la industria
musical o las telenovelas -idea prefigurada ya por Carlos Monsivais-, que ha
llevado a un conformismo en la opinión pública: en Sara García y en Pedro
Infante encontramos dos de las figuras que se habrán de convertir en
estereotipos de la cultura mexicana, la madre abnegada-manipuladora y al hijo
macho-sensible.
Las ideologías
de superación personal y el éxito son la evidencia del vacío
espiritual por la decadencia de las religiones convencionales y la ausencia de
un sentido de vida ligada a aspectos más realistas, como un proyecto de
servicio social o participación política. En México encuentra en sus
principales promotores a Carlos Cuauhtémoc Sánchez y Miguel Ángel Cornejo, su
estulticia es repetida como la verdad revelada de nuestros tiempos, la del
egocentrismo uniformizado, de que es cuestión de querer, de echarle ganas,
para que las cosas cambien y la suerte nos sonría.
Uno
de sus productos es encarnado en el simplón: el simplón es incapaz de percibir los matices de los que se compone el
mundo, es dogmático sin reconocer sus dogmas, se mueve en el plano de los
prejuicios, generaliza desde las particularidades, todos son es su frase favorita, es alguien con quien no se puede
dialogar ni construir, que no está dispuesto a escuchar ni a cambiar de opinión,
sin duda una de mis antítesis.
Las
formas de distinción o taxonomía social siempre han existido en la medida que
sirven para percibir la posición de cada elemento dentro del grupo.
Tradicionalmente las clases media y baja solían imitar los gustos de la clase
alta -caracterizada por su buen gusto-,
lo cual hace imposible dejar de percibir que en los últimos años, y en México
ya con un par de décadas, se ha extendido el uso y legitimidad del mal gusto o lo naco.
-En
lo particular me considero reacio a utilizar tal palabra, contiene el mismo
mensaje de desprecio a la raza indígena o al pobre que la hace identificarse
con la palabra indio como el mayor
insulto que un mexicano puede lanzar a otro, sin embargo de momento no cuento
con otra palabra que sea capaz de designar semejante fenómeno. El gusto es un
concepto social ligado a las nociones de clase,
por lo que es cultural, es decir, siempre cambia según el contexto, el lugar y
la época histórica.-
Los
medios masivos de comunicación parecen haber sido conquistado por la clase
baja, o al menos por su supuesta expresión más directa; visto fríamente no
tendría por qué ser de otra forma, al ser la mayor cantidad de público esta
debería encontrarse reflejada en los medios, sin embargo este supuesto reflejo
presenta al menos un par de problemas: el reflejo no es accidental sino
bastante premeditado, le muestra a la gran masa “formas correctas” de ser en el
mundo; este reflejo también es una expresión de lo peor en todos los sentidos,
no se fomenta la reflexión sino el chiste simplón o el drama barato. La figura
complementaria, igual de denigrante, es la del arribista, el pícaro afortunado que llega a la cima y
lucha por mantener su autenticidad en
un mundo de tentaciones materiales.
Así
es como la sociedad influenciada en su inconsciente colectivo por estas
actitudes cubre la realidad bajo este velo; al ver esta cursilería repetida por
los distintos medios, pasando a ser el decorado cotidiano hasta el hastío, pero
más importante, vestido por las personas con las que tengo que convivir, es que
terminaron por vacunarme de su efecto pernicioso.
Es
importante tener en cuenta este precedente porque es el que habrá de determinar
mi actitud como productor de imágenes en la teoría y en la praxis: me interesa
exponer ideas lucidas y desengañadas, no ingenuas ni comprometidas con verdades
sabidas de antemano. Es decir, estoy asumiendo una actitud, una resistencia a
aceptar las interpretaciones pasivas y complacientes, una no-identificación consciente con un espectro amplio de la sociedad
en la que me muevo, una posición frente al mundo, la de ilustrador, así, en toda la extensión de la palabra.
He
encontrado tres posibilidades en que la literatura gráfica responde al manto de
pre- interpretación de la realidad y con las cuáles me identifico por haber
estado presente en mi formación: la caricatura política, el cómic anglosajón, y
la caricatura a secas.
La
caricatura política, como una posibilidad de la literatura gráfica, tiene un
aspecto moralizante, pedagógico y apodíctico, pero también irreverente: la
verosimilitud y el análisis deben ir ligados a la actitud rebelde, a la
conquista de libertades; no hay espacio para lo políticamente correcto ni para
las credulidades, todo debe pasar bajo el lente de la crítica. Vista como
sátira, la caricatura política es un arte con tesis, segura de su verdad
ridiculiza a lo que decide combatir.
La
literatura gráfica -en su modalidad de cómic anglosajón- contiene los elementos
para suspender el juicio moral en sus producciones, lo que no es inmoral, sino
que debe ser su moral. Es decir, debe evitar la costumbre humana de prejuzgar
las cosas, en vez de analizarlas y aceptar la ambigüedad que caracteriza al
mundo, en especial en estos tiempos posmodernos. Los personajes, egos ficticios
creados ex profeso, no deben responder a una verdad preexistente
-lo más tradicional son las representaciones sobre el bien y el mal en el mundo
del cómic-, sino como seres autónomos que se basan en su propia moral.
Siguiendo este razonamiento y trazando una línea cronológica a lo largo del
siglo XX, podemos encontrar a Superman
como el arquetipo del bien sobre las fuerzas malignas en la época de entre
guerras y el terror nazi; en un segundo momento aparecen las creaciones de Stan
Lee como los X-Men, y sus
protagonistas Profesor C. Xavier y Magneto -representaciones de Martin
Luther King y Malcom X, el institucional y el radical en la lucha por los
derechos de la raza afroamericana; aunque ambos tenían la misma meta diferían
en los métodos, lo que los convierte más de las veces en adversarios-. Se puede
concluir con Watchmen, en la que
diversos personajes escapan por completo a los límites aceptables de la moral: Dr. Manhattan, quien pierde toda
humanidad por la adquisición de poderes que sólo pueden ser definidos como
divinos -comprensión absoluta del tiempo y el espacio- escapa a las
consideraciones mortales y a las convenciones morales; Ozymandias, que gracias a su genialidad proyecta el mayor engaño de
la historia, es capaz de destruir una ciudad por completo para evitar la guerra
atómica que acabaría con la raza humana, nos plantea la duda de si es moral
matar a unos por la supervivencia de la mayoría; el Comediante, como otra forma de inteligencia superior, se mueve
con una amoralidad que lo hace sobrevivir a las situaciones más difíciles,
excepto a la broma mayor; finalmente Rorscharch,
quien es victima de un moralismo que le traza barreras infranqueables, que
invariablemente lo conducirán a pedir su muerte en un mundo dominado por la
mentira.
El
tercer aspecto sobre la respuesta de la literatura gráfica a las
pre-interpretaciones de la realidad lo encontramos en el humor: recuerdo mis
primeras lecturas del Santos en La Jornada, al principio reaccioné con
confusión, no entendía qué era lo que provocaba la risa atronadora de mi padre
en esa serie de viñetas absurdas y grotescas -mis primeras lecturas se dividían
en cosas tan variadas de autores como Ríus, Fontanarrosa, Quino, cómics de
Marvel y libros con historias ilustradas para niños-, mi incomprensión fue
dando paso a una fascinación por el mundo que mostraban: en el exceso de los
placeres, en el absurdo de los contextos, en la profanación de las
convenciones, en la libertad con la que daban rienda suelta a su imaginación
encontré el humor, la ambigüedad, la parodia, lo lúdico, el espíritu de lo no serio, la otra cara de la moneda que representaban instituciones solemnes
y sagradas como la escuela o la iglesia; encontré la certeza de que no existen
certezas absolutas.
Sobre
los ejes de producción que dirigieron el trabajo de “La Página” a lo largo del
semestre, el temático/conceptual se restringió a la caricatura, incluyendo más
de las veces la temática política; el eje icónico siempre fue alto por la
claridad en los conceptos que buscaba representar; el compositivo fue
probablemente el que experimentó los mayores cambios por las distintas
propuestas desarrolladas; el eje cromático fue en muchos casos constante,
determinado por la escala asignada al Dr. Moncho y aplicada en una paleta
amplia a la mayoría de los cartones, un caso extremo es la ilustración en 3-D; el
técnico también fue constante, dibujo a línea y procesos digitales; la
complejidad variaba de acuerdo a la composición, de múltiples viñetas a una
viñeta sola; la normatividad es alta por la repetición de los procesos técnicos
y estilísticos, al igual que la universalidad; finalmente presentaron los
cartones un poder de fascinación alto, como el cartón sobre el consumo de
drogas.
La
exploración se dividió este semestre en tres áreas distintas: la técnica, la
forma y el concepto. La técnica, basada en la mezcla de dibujo a línea y
procesos digitales, derivó en el uso de anáglifos o imágenes en 3D, aunque lo
pude aplicar poco en la “Página”, su uso para otras imágenes que desarrollé a
lo largo del semestre fue altamente enriquecedor. Puedo decir que en general
las diferentes exploraciones que se realizaron a lo largo de este proyecto
están animadas por la intención de resistirme a las recetas que eventualmente
terminan por anular el proceso creativo. Este incluye la sistematización del
pensamiento, que evita esfuerzo de pensar y se mantiene en la zona de confort,
por lo que cada ejercicio significó a su vez, de una forma u otra, un nuevo
conocimiento; entre esto se incluye al dibujo de memoria, tratando de resolver
un problema doble: la entrega de la imagen a tiempo y el desarrollo de un
estilo personal.
La forma, en cuanto a la composición que debí elaborar
con el espacio y el tema definidos por entrega, en el que este determina la
composición visual, me llevó a conseguir propuestas específicas y particulares,
formas inutilizables para otros temas distintos. Es claro que la 2da entrega,
inspirada en las novelas de Kafka, es inútil para otra clase de contenido,
porque siguiendo las indicaciones de Fernando Zamora, su forma está hecha en
relación con el significado. Lo mismo ocurre con la 4ta entrega; que el tema
sea la división Iglesia-Estado me permite recurrir a la forma de la cruz como
elemento constructivo, que sólo puede ser usado en esta clase de temáticas. Es
así que la composición adquiere el carácter de invención que busca expresar
toda la originalidad del autor: modelos inimitables, de apariencia arbitraria,
no recomendables para nadie más.
El concepto fue llevado por un desdoblamiento
de mi personalidad como autor en un personaje -Dr. Moncho-, y es que al no
haber empleado previamente esta clase de figura narrativa en mis anteriores
caricaturas políticas -es el primer personaje, ego experimental, que trabajo continuamente-, la exploración es
únicamente comprensible al lado de y gracias a los estudios de maestría. En la
última entrega planteo la pregunta ¿quién
está detrás del monochango?, es claro que soy Yo, pero a pesar de eso, ¿he conseguido darle una personalidad
propia al Dr. Moncho, o sólo es el vehículo directo de mi personalidad?
De
lo anterior puedo colegir que un buen proceso de trabajo incluye lo espontaneo
y lo elaborado. Haciendo un balance sobre los resultados obtenidos en el
semestre se encuentra la riqueza facial que logré desarrollar para el personaje
del Dr. Moncho con un número mínimo de elementos para combinar. Finalmente
puedo decir que el trabajo elaborado a lo largo del semestre habrá de reportar
buenos dividendos a la hora de continuar con mi proyecto de maestría y aplicar
el conocimiento adquirido.
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